Diego Pujal | urdimbre

curated by Jordi Garrido

June 2
- September 10, 2020

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Warp and hatch

Et je me crée d’un trait de plume
Maître du Monde,
Homme illimité

Pierre-Albert Birot- Les amusements naturels

Painting is often compared to writing. The solitude of the creative act, the necessary and inevi- table introspection, rewriting (and its equivalent, repainting), and often, the need for cohesion in the final object, make the two disciplines pairs of distracted similarity. Marguerite Duras said that “The solitude of writing is a solitude without which writing could not be produced, or would crumble, drained bloodless by the search for something else to write”1. That loneliness is also that of the painter, who in his studio becomes a demiurge forced to find the best way to weave the threads of his cosmos.

Diego Pujal (Buenos Aires, 1971) is usually classified as a painter; However, we quickly notice that the category falls short, since Pujal, like everyone who delves into their practice, tends to transgress its borders. In fact, on this occasion, not only have the theoretical limits of painting been expanded, but the artistic object itself - in other words, the painting - has also gone further. In recent years, Pujal has explored the limits of the purification of his visual language: perfectly defined and flat color spots, often superimposed on each other and always floating in a vacuum. These layers of organic shapes are intertwined in the eyes of the observer creating spaces of recollection and meditation, in the same way that a fabric would: creating physical (and meta- physical) coherence and at the same time allowing folds and pleats.

The physical coherence of Diego Pujal’s pieces has taken a new dimension in his latest series of works, since he has literally added a third to the two-dimensionality of the painting. The black shapes leave the plain of the painting to gain space for the observer, as we clearly see in "urdimbre 2" and "urdimbre 3", and thus, cause a real change in their sensitive environment. In the step towards the three-dimensionality that the artist’s work has taken, we find, already in the series title, urdimbre, a veiled reference to the underlying three-dimensionality of the pictorial surface: the parallel threads that cross the weft in the loom to be definitively united on the canvas. At the same time, it is the warp itself - in this case burlap - that is made explicit under the floating black of the new pieces.

Ultimately, "urdimbre" at Galería Zielinsky reveals nothing but the reaffirmation of the refine- ment of a pictorial language. As in the verses of Birot, Diego Pujal shows us Maître du Monde: at the stroke of a pen (in this case, a brush and a 3D printer) a custom cosmos is created, designed so that we inhabit it among all and in which he will surely continue to develop his visual lexicon.

Jordi Garrido

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1DURAS, M. Escribir (2ª Ed.). Barcelona: Tusquets, 2009.

Diego Pujal | urdimbre

curaduría Jordi Garrido

2 de junio
- 10 de septiembre, 2020

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Warp and hatch

Et je me crée d’un trait de plume
Maître du Monde,
Homme illimité

Pierre-Albert Birot- Les amusements naturels

La pintura a menudo es comparada con la escritura. La soledad del acto creativo, la introspección necesaria e inevitable, el reescribir (y su equivalente, el repinte), y a frecuentemente, la necesidad de una cohesión en el objeto final, convierten a las dos disciplinas en primas de semejanza distraída. Marguerite Duras decía que «la soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo»1. Esa soledad es también la del pintor, que en su estudio deviene demiurgo obligado a hallar la mejor manera de tejer las hebras de su cosmos.

Diego Pujal (Buenos Aires, 1971) es habitualmente clasificado como pintor; sin embargo, rápidamente advertimos que la categoría se queda corta, pues Pujal, como todo el que profundiza en su práctica, tiende a transgredir las fronteras de la misma. De hecho, en esta ocasión, no solamente se han expandido los límites teóricos de la pintura, sino que el propio objeto artístico -en otras palabras, el cuadro- también ha ido más allá. En los últimos años, Pujal ha explorado los límites de la depuración de su lenguaje visual: manchas de color perfectamente delimitadas y planas, a menudo superpuestas unas a otras y siempre flotantes en el vacío. Estas capas de formas orgánicas se entrelazan en los ojos del observador creando espacios de recogimiento y meditación, a la manera que lo haría un tejido: creando coherencia física (y metafísica) y a la vez permitiendo dobleces y pliegues.

La coherencia física de las piezas de Diego Pujal ha tomado en su última serie de trabajos una nueva dimensión, puesto que literalmente ha sumado una tercera a la bidimensionalidad del cuadro. Las formas negras abandonan el llano de la pintura para ganarle espacio al observador, como apreciamos claramente en "urdimbre 2" y en "urdimbre 3", y de este modo, provocar un cambio real en su entorno sensible. En el paso hacia la tridimensionalidad que ha tomado la obra del artista hallamos, ya en el título de la serie, urdimbre, una velada referencia a la tridimensionalidad subyacente de la superficie pictórica: los hilos paralelos que en el telar cruzan la trama para ser definitivamente unidos en el lienzo. Al mismo tiempo, es la urdimbre misma -en este caso arpillera- la que se explicita bajo el negro flotante de las nuevas piezas.

A la postre, "Urdimbre" en la galería Zielinsky no nos revela sino la reafirmación del refinamiento de un lenguaje pictórico. Como en los versos de Birot, Diego Pujal se nos muestra Maître du Monde: a golpe de pluma (en este caso, de pincel y de impresora 3D) se crea un cosmos a medida, pensado para que lo habitemos entre todos y en el que seguro continuará desarrollando su léxico visual.

Jordi Garrido

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1DURAS, M. Escribir (2ª Ed.). Barcelona: Tusquets, 2009.

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